(Reflexión de Cuaresma 2011)
Todos sabemos que uno de los grandes males del mundo de hoy es el narcotráfico y la drogadicción. Son alucinantes que seducen fuertemente al ser humano. Lo esclavizan, lo tiranizan. Pero lo peor es que la persona así, a su vez, esclaviza y tiraniza a los demás.
La droga del poder es de la más terrible porque arrastra con todas las demás concupiscencias: la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza. Agarrando el poder se pueden satisfacer y promover todas esas pasiones gravemente desordenadas. Sobre todo, la soberbia y “el ego” que vilmente se antepone a la voluntad soberana de Dios Creador y Padre. Consciente o inconscientemente aplastan a los demás. “Porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1 Juan 2, 11). Un ser humano espiritualmente ciego, con sangre fría, atropella los derechos del hermano, destruye la justicia; no se sacia por más dinero que tenga, lícito o ilícito, porque lo necesita para mantenerse en el poder. De ahí también se deriva la comezón de los otros bajos instintos, como son los placeres del sexo, la comida y la bebida. Tiene un gusto, un placer epidérmico, superficial, pero no puede ser feliz. Aunque se ría a carcajadas, su corazón esta descalabrado, “hecho pedazos”, porque no tiene paz. Sólo hay paz en el corazón cuando está en orden con Dios, con los hermanos, con la justicia. En ese desorden está la causa de los males en las familias y en la sociedad. Decía el sabio del milenio pasado, Santo Tomás de Aquino, que “el bienestar de una familia y de una sociedad, se mide por el respeto a la dignidad de las personas, respeto a sus derechos y deberes”.
Una persona o grupo endrogados con el poder comete muchos atropellos e injusticias contra los demás y contra el pueblo, y contra las mismas leyes. Se quieren justificar alegando que son los únicos que pueden promover las comunidades o el país y “acabar con la pobreza extrema”, que más bien fomentan, porque hay menos personas juiciosas que se opongan. Además, cuando se trata de firmas pueden ser “interesadas” por los que las buscan, sin ningún control o supervisión. Y por otra parte, con el mismo dinero del pueblo, halagan y “compran” a personas de influencia o muy pobres en las comunidades y sociedades. Dicen que a cada uno le tienen su precio. Otra grave injusticia y atropello al pueblo, con el mal uso de ese dinero del pueblo, es hacer grandes inversiones en campañas políticas. Aquí eso es terrible, algo que jamás se ve en otros países. Todo eso cuestiona más esa desmedida ambición política. ¿Lo hacen como un servicio al pueblo, sobre todo, a los más pobres? O ¿Por los intereses descomunales que esperan alcanzar con esas, las mejores inversiones? Y lo más grave es que ese dinero viene de impuestos a gente muy pobre. Otra grave injusticia es que casi todo el presupuesto se gasta en mega obras en la capital, y muchas provincias sólo son “como fincas” para sacarles los impuestos, y no reinvierten en ellas, cosa que reclama toda justicia, como lo hacen en países desarrollados. Pero nuestros políticos no ven eso como una justicia, pues ven esas “ayuditas” a las provincias como un regalo de su propio dinero (¿heredado de sus padres?). Muchas veces tampoco les dan esas ayuditas si creen que eso no les aporta a su política. Nuestra política aquí estará carcomida, mientras no se cambie esa mentalidad: La inversión y servicios es un derecho de los pueblos, no un regalo de los políticos dominantes, que quieren hacerlo a su capricho, para su fama y mantenerse en el poder. Eso lleva a que algunas ciudades (con recursos naturales), tengan el peligro de ir muriendo, mientras la capital se vuelve un monstruo inmanejable. Cuando era estudiante en la universidad de Comillas, España, leí un libro de un alemán que decía (todavía lo recuerdo): “El poder es un hueso duro, pero todos los perros quieren roerlo”. Un diputado en un día gana más que una maestra en un mes con dos tandas de labor, en las que termina agotada. Y esto que el diputado puede tener un trabajo más suave y otros privilegios. En otras ocasiones ha habido partidos políticos que han vencido al gobierno anterior alegando corrupción, y luego ellos caen en mayores saqueos o depredación. En otras ocasiones hemos escrito de “las desigualdades hirientes” en sentido económico y social que pueden llevar a gobiernos socialistas totalitarios que barren con todo. Todo porque la llamada democracia degenera en oligarquía, o dominio absoluto de grupos.
Que en esta Santa Cuaresma Dios nos haga caer las escamas de los ojos del alma que no nos permiten ver la luz, la verdad y la justicia. Es el único camino para llegar al amor, a la verdadera fraternidad, a la paz. Si reconocemos nuestros pecados, Dios nos ofrece a todos el perdón, la misericordia, su gracia.
1ro. de Abril, 2011